El envejecimiento es el mayor factor de riesgo para enfermedades crónicas como cáncer, Alzheimer, diabetes y dolencias cardiovasculares. En 2013, el investigador español Carlos López-Otín y un equipo internacional sintetizaron en la revista Cell el marco científico de los nueve hallmarks del envejecimiento, que hoy son la base de la biogerontología moderna.
Estos hallmarks son:
- Inestabilidad genómica
- Acortamiento de telómeros
- Alteraciones epigenéticas
- Pérdida de proteostasis
- Desregulación en la detección de nutrientes
- Disfunción mitocondrial
- Senescencia celular
- Agotamiento de células madre
- Comunicación intercelular alterada
Conocer estos procesos no es un dato académico: es la clave para entender cómo retrasar el deterioro y sumar calidad de vida.

Inestabilidad genómica
El ADN es la biblioteca que contiene la información de la vida, pero está constantemente bajo ataque. Radiación ultravioleta, contaminación ambiental y errores internos en la replicación celular dañan nuestro genoma a diario. Según el National Institute on Aging, cada célula humana puede acumular hasta 10.000 lesiones en su ADN cada día.
En la juventud, los mecanismos de reparación corrigen la mayoría de estos daños. Sin embargo, con el paso del tiempo esa capacidad se deteriora y las mutaciones comienzan a acumularse. Incluso en recién nacidos se han identificado mutaciones celulares que aumentan de manera exponencial con la edad, lo que muestra que el proceso de deterioro genómico comienza antes de que aparezcan signos visibles de envejecimiento.
Este fenómeno explica por qué la inestabilidad genómica está estrechamente vinculada con un mayor riesgo de cáncer y enfermedades degenerativas (NIH).
Acortamiento de telómeros
Los telómeros son secuencias repetitivas que protegen los extremos de los cromosomas, como los plásticos de los cordones. Cada división celular los acorta, hasta que llega un punto crítico en el que la célula entra en senescencia o muere.
La premio Nobel Elizabeth Blackburn demostró que factores como el estrés crónico o el tabaquismo aceleran este acortamiento, mientras que el ejercicio, la meditación, la respiración y una buena nutrición ayudan a preservarlos.
Telómeros más cortos se asocian con enfermedades como la fibrosis pulmonar o la insuficiencia cardíaca (Nature Reviews Cardiology). Por eso, mantener hábitos que los protejan es fundamental para extender la salud celular.
Alteraciones epigenéticas
La epigenética regula qué genes se activan y cuáles permanecen apagados. Con el envejecimiento, estas marcas químicas se desorganizan: genes dañinos se encienden mientras que otros vitales se silencian.
Hoy sabemos que la edad biológica de una persona puede calcularse con precisión analizando su “reloj epigenético”.
El genetista David Sinclair de Harvard demostró que al manipular las marcas epigenéticas es posible revertir daños y rejuvenecer tejidos en ratones, restaurando incluso la visión en modelos con ceguera. Estos hallazgos sugieren que la reprogramación epigenética podría convertirse en una herramienta médica para retrasar la vejez.
Pérdida de proteostasis
Las proteínas deben estar bien plegadas para funcionar. Con la edad, se acumulan proteínas defectuosas que no son eliminadas correctamente, fenómeno conocido como pérdida de proteostasis. Enfermedades como Alzheimer o Parkinson están ligadas a la acumulación de agregados proteicos tóxicos.
Procesos como la autofagia, que actúa como sistema de reciclaje celular, pierden eficacia con los años. Sin embargo, prácticas como el ayuno intermitente, el ejercicio regular o la restricción calórica han demostrado estimular la autofagia y mejorar la salud metabólica.
Desregulación en la detección de nutrientes
Las células detectan el estado nutricional a través de rutas como mTOR, AMPK e IGF-1. Un exceso calórico mantiene activadas señales de crecimiento que aceleran el envejecimiento.
Estudios en múltiples especies han mostrado que la restricción calórica moderada extiende la esperanza de vida. En humanos, los patrones de alimentación con menos azúcares refinados y más alimentos integrales ayudan a restablecer la sensibilidad de estas rutas.
Fármacos en investigación como la metformina o la rapamicina buscan replicar estos efectos de manera controlada.
Disfunción mitocondrial
Las mitocondrias son las “fábricas de energía” de la célula. Pero con la edad su ADN se daña, disminuye la producción de energía y aumenta la liberación de radicales libres.
La disfunción mitocondrial se asocia con fatiga, pérdida de masa muscular, envejecimiento cutáneo y deterioro cognitivo.
El ejercicio aeróbico es una de las formas más efectivas de estimular la biogénesis mitocondrial. También se investigan compuestos como el NAD+ y la coenzima Q10, claves en la producción de energía celular
Senescencia celular
Cuando las células sufren demasiado daño dejan de dividirse, pero no mueren. Permanecen en estado de senescencia, liberando señales inflamatorias que afectan al tejido circundante.
Su acumulación contribuye a enfermedades asociadas al envejecimiento. Experimentos demostraron que eliminar células senescentes en ratones prolonga la vida y mejora su salud física.
En humanos se desarrollan terapias senolíticas que buscan lograr el mismo efecto: limpiar el organismo de “células zombis” y rejuvenecer tejidos.
Agotamiento de células madre
Las células madre permiten la regeneración de tejidos. Con la edad, disminuye su número y capacidad de división. Esto explica por qué la piel cicatriza más lento, los huesos tardan más en sanar y los músculos pierden fuerza en la vejez.
La Sociedad Internacional para la Investigación en Células Madre (ISSCR) investiga terapias regenerativas que podrían reactivar este potencial, con ensayos en enfermedades neurodegenerativas y cardíacas.
En modelos animales, la exposición a sangre joven ha mostrado restaurar parcialmente la función de células madre, lo que abre nuevas líneas de investigación en longevidad
Comunicación intercelular alterada
Las células se comunican entre sí para coordinar funciones. Con el envejecimiento, estas señales se alteran y aparece la inflamación crónica de bajo grado, conocida como inflammaging.
Esta inflamación silenciosa está considerada un motor del envejecimiento. Además, el sistema inmune pierde eficacia, lo que aumenta la vulnerabilidad a infecciones y reduce la efectividad de las vacunas.
Adoptar una dieta antiinflamatoria rica en frutas, verduras, omega-3 y especias como cúrcuma, junto con el manejo del estrés y el sueño adecuado, puede ayudar a contrarrestar este proceso.
Conclusión
Los 9 hallmarks del envejecimiento son más que teoría: son oportunidades de acción. Desde hábitos cotidianos hasta terapias emergentes, entenderlos nos permite anticipar el futuro de la longevidad.
Como resume el médico Peter Attia:
“El objetivo no es solo vivir más años, sino vivir mejor durante esos años.”
La longevidad se construye con ciencia y con decisiones diarias. ¡Empezá hoy a sumar vida a tus años!
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Preguntas Frecuentes
¿Qué son los hallmarks del envejecimiento?
Son nueve procesos biológicos identificados por la ciencia que explican cómo envejecemos a nivel celular: inestabilidad genómica, acortamiento de telómeros, alteraciones epigenéticas, pérdida de proteostasis, desregulación de nutrientes, disfunción mitocondrial, senescencia celular, agotamiento de células madre y comunicación intercelular alterada.
¿Se pueden retrasar los hallmarks del envejecimiento?
Sí. Hábitos como una dieta antiinflamatoria, ejercicio regular, manejo del estrés, sueño de calidad y chequeos médicos ayudan a frenar estos procesos. Además, terapias en investigación como los senolíticos o la reprogramación epigenética muestran resultados prometedores.
¿Por qué es importante conocer los hallmarks del envejecimiento?
Porque permiten entender qué causa el deterioro celular y qué acciones podemos tomar para vivir más y mejor. Conocerlos ayuda a prevenir enfermedades crónicas y adoptar estrategias prácticas para mantener la salud a largo plazo.